Author: Marcelo Gullo – 11-05-2018
Fenómeno surgido en la posguerra, su proliferación y su creciente protagonismo han convertido a algunas de estas asociaciones en actores de peso a nivel mundial. [Extracto del libro de Marcelo Gullo: “Relaciones Internacionales: una teoría crítica desde la periferia”. Biblos, 2018]
Qué son las UPSAT, Unidades Políticas sin Asiento Territorial
El concepto de UPCAT (Unidad Política con Asiento Territorial) comprende a cualquier colectividad política organizada que posea el dominio efectivo de un territorio, mientras que el de UPSAT (Unidad Política sin Asiento Territorial) incluye a cualquier individuo o grupo de individuos (que consensúan y coordinan, formal o informalmente, sus acciones), que, sin poseer –ni interesarles– el dominio efectivo formal de un territorio, intentan para cumplir sus fines, cualesquiera sean éstos, imponer su voluntad a las UPCAT.
No importa cuáles sean los fines últimos –religiosos, filantrópicos, económicos o delictivos– de un individuo o de un grupo de individuos: si procuran cumplirlos a través de la imposición de su voluntad a todas las UPCAT presentes en el escenario internacional o a un grupo de ellas, ese individuo o ese grupo de individuos se convierte, de facto, en un actor de las relaciones internacionales. […]
El concepto de UPSAT comprende a cualquier individuo, grupo de individuos –formal o informalmente organizados– o a cualquier sociedad que intenta cumplir sus fines o los fines de la organización, cualesquiera sean estos, a través de la adquisición y el ejercicio del poder en el escenario internacional.
Cuando nos referimos a una UPSAT estamos haciendo referencia a un individuo, un grupo de individuos o algunas entidades por ellos conformadas cuyo poder, prestigio o riqueza les permite intentar ora imponer su voluntad a una UPCAT –distinta de aquella en la cual, normalmente, desarrollan sus actividades–, ora imponer las reglas de conducta que regulan las relaciones políticas o económicas entre las distintas UPCAT que existen en el escenario internacional.
Ciertamente, la inmensa mayoría de los individuos o grupos de individuos que habitan la superficie del planeta así como las entidades –financieras, comerciales, productivas, religiosas, filantrópicas, asistenciales o delictivas– que ellos conforman, al no alcanzar normalmente el quántum de poder, prestigio o riqueza mínimo necesario para intentar imponer su voluntad a una UPCAT –distinta de aquella en la cual normalmente desarrollan sus actividades– no pueden ser considerados como UPSAT. […]
Como ya hemos afirmado, en tanto que el concepto UPCAT permite abarcar tanto a las polis griegas como a los actuales Estados-nación, el de UPSAT posibilita incluir desde los antiguos pueblos nómades hasta la actual oligarquía financiera internacional.
Además, el concepto de UPSAT nos permite contener a organizaciones e incluso a individuos que –aunque sólo en especiales ocasiones históricas debido a su poder, prestigio o riqueza– son actores reales de la política internacional, si bien a veces pasen inadvertidos, como la Chatham House o el Council on Foreign Relations, la Heritage Foundation o la Carnegie Endowment, la Open Society Foundations o la Planned Parenthood, la Comisión Trilateral o el Club Bilderberg, la Royal Dutch Shell o la Standard Oil, David Rockefeller o la Madre Teresa de Calcuta.
Desde otra perspectiva, puede sostenerse que las UPCAT son los actores directos del escenario internacional mientras que las UPSAT constituyen, fundamentalmente, los actores indirectos.
Los actores indirectos son los que influencian en el sistema internacional principalmente a través de los actores directos, sea para obtener fines específicos o para moldear y organizar el sistema a fin de que éste responda a sus intereses, con el objeto de crear un orden favorable a sus fines y objetivos. Generalmente, estos actores indirectos intentan imponer su voluntad a través de las UPCAT más poderosas, estableciendo con ellas una alianza estratégica o cooptando, directamente, a la clase dirigente de las principales UPCAT para ponerlas totalmente a su servicio.
Las Organizaciones No Gubernamentales
Las llamadas organizaciones no gubernamentales pueden ser consideradas también, en determinadas ocasiones, como UPSAT, es decir, como actores del sistema internacional.
Las ONG nacieron de manera formal a partir del artículo de la Carta de Naciones Unidas de 1945, que dice: “El Consejo Económico y Social de Naciones Unidas podrá hacer arreglos adecuados para celebrar consultas con organizaciones no gubernamentales que se ocupen de asuntos de competencia del Consejo”. Como antecedentes se citan las acciones de entidades y organizaciones de beneficencia durante los procesos de colonización, así como la actividad de la Cruz Roja Internacional.
Suele definirse a las ONG como “grupos de personas o de colectividades, libremente creadas por la iniciativa privada, que ejercen, sin ánimo de lucro, una actividad internacional de interés general, al margen de toda preocupación de orden exclusivamente nacional” (Bettati, Dupuy y Beigbeder, Les ong et le droit international, 1986). […]
Cuatro son formalmente los principales ámbitos de actuación de las ONG: ayuda humanitaria, defensa del medio ambiente, promoción de los derechos humanos y asistencia al desarrollo.
Para cumplir con sus objetivos las ONG deben contar –y comúnmente así ocurre– con el apoyo de los grandes medios de comunicación a través de los cuales movilizan a la opinión pública para presionar a los gobiernos. Se ha producido, de hecho, una alianza de facto entre los grandes medios de comunicación y las más importantes ONG. Esta alianza hace que las ONG se hayan convertido en verdaderos y decisivos grupos de presión en condiciones de desafiar, e incluso imponerles determinadas políticas, a la gran mayoría de las UPCAT que integran el sistema internacional.
Entre las ONG más conocidas y que mayor incidencia tienen en la opinión pública mundial, pueden citarse, entre otras, Greenpeace, Amnistía Internacional, el Comité Internacional de la Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, ADRA Foundation, World Wildlife Fund, la Federación Sindical Mundial, la Fundación Bill & Melinda Gates, World Vision, Oxfam International y Human Rights Watch.
Sin embargo, importa destacar que, aunque menos conocida por la opinión pública, de las miles de ONG que operan políticamente en el sistema internacional, la Open Society Foundations posiblemente sea la ONG que mayor protagonismo político haya logrado en los últimos veinticinco años. Tuvo un papel decisivo en el fomento, la organización y el financiamiento de una serie de revueltas políticas bautizadas como las “revoluciones de colores” que se desarrollaron a partir de 2000 en los países de Europa del Este y en las antiguas repúblicas soviéticas, revueltas que desembocaron en un cambio de gobierno en Serbia (2000), Georgia (2003), Ucrania (2004) y Kirguistán (2005) (Andrés Guerra, Europa del Este en juego. George Soros, el Club de las Islas y la última conspiración,s/f).
También en Ucrania jugó un rol estratégico en la organización de las protestas que llevaron a la caída del presidente Víktor Yanúkovich en 2014 (Riley, Russian hackers of DNC said to Nab Secrets from NATO, 2016).
Sobre la base de una filtración de documentos (WikiLeaks) producida en 2016, numerosos medios de comunicación sostienen que esta organización “tiene como una de sus principales metas combatir la influencia rusa en Europa, para lo que habría requerido medio millón de dólares de las arcas públicas de Estados Unidos”.
Las actividades de la Open Society, así como como las de Human Rights Watch, han sido prohibidas en Rusia. Sin embargo, importa destacar que la primera es también puesta en cuestión en Estados Unidos, donde una importante corriente de la opinión pública lleva a cabo una campaña de recaudación de firmas tendiente a exigirle al presidente Donald Trump la prohibición de cualquier actividad de la fundación, a la que acusan “de manipular y sobornar a las elites para propagar los así llamados valores de la época posmoderna“. Actualmente la Open Society está firmemente comprometida en el proceso soberanista que afecta a Cataluña (Guerra, s/f).
En los últimos treinta años hemos asistido a una proliferación extraordinaria de ONG. Numerosos autores, deslumbrados por este espectacular crecimiento, hacen gran hincapié en estas organizaciones como nuevos e importantes actores del escenario internacional. Sin embargo, creemos que resulta prudente matizar ese énfasis porque muchas de ellas son, en realidad, aunque informalmente, instrumentos no oficiales de las políticas exteriores de las grandes potencias, herramientas al servicio de los intereses económicos de las empresas transnacionales o instrumento de la voluntad de poder del capital financiero internacional. Al respecto, Andrés Soliz Rada (La luz en el túnel, Publicaciones del Sur, 2013) afirma:
“Las ONG están en todo el mundo y en muchos casos se han asociado a transnacionales. Los gobiernos las subvencionan y las empresas las financian porque son una prolongación de sus políticas. La articulación entre ONG y transnacionales es inseparable. Veamos algunos ejemplos: David Axelrod es un especialista en la creación de ONG a pedido de transnacionales y, al mismo tiempo, consejero de Barack Obama en relaciones públicas y propaganda. En Estados Unidos, la firma ASK Public Strategies se ha especializado en la creación de ONG por cuenta de transnacionales. En nuestro siglo, se han potenciado los actores ideológicos de la globalización unidireccional, inspirados y remunerados por potencias capitalistas, interesadas en convertir a los gobiernos nacionales en sus cautivos. Los nuevos agentes de este cambio ideológico ya no son solamente partidos políticos y personalidades sino millones de ONG, que empezaron a crecer como hongos desde la presidencia de Ronald Reagan […] Por supuesto, entre un total de más de cuatro mil ONG que existen en el mundo hay un reducido grupo que toma caminos alternativos, con todas las dificultades y sacrificios que esto representa. Sin embargo, las excepciones no invalidan la regla.”
[………………]
Andrés Soliz Rada nos suministra un claro ejemplo de articulación entre los intereses de las empresas transnacionales y las ONG en el caso de Bolivia:
“Las ONG en Bolivia lograron que la Asamblea del Pueblo Guaraní en Itika-Guazú (APG-IG), ubicada cerca de los yacimientos de gas más importantes del país, se beneficie de un fondo financiero de 14,8 millones de dólares, por diez años renovables, pagado por la petrolera Repsol […] La ONG Nizcor, que opera en cuarenta países, asesoró a la APG-IG en su negociación con Repsol, a cuyo acuerdo se sumaron British Petroleum y Pan American Energy (PAE), que también operan en los megacampos. El acuerdo añade que se trata del primer acuerdo en América Latina entre un pueblo indígena y una multinacional petrolera, por lo que “esperamos que tenga repercusiones en las prácticas de la industria petrolera, siendo también un aporte específico y concreto a las reivindicaciones de las comunidades indígenas bolivianas y latinoamericanas” […] El convenio, pese a su supuesto carácter público, fue mantenido en reserva hasta que el representante tarijeño en el directorio de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos, Luis Lafuente, hizo saber que los guaraníes se oponían a la ampliación del gasoducto Villa Montes (ciudad cercana a los megacampos) y Tarija […] Por su parte, el defensor del pueblo de Tarija, Andrés Tablada, advirtió que había surgido en el país una especie de “súper-Estado”, ya que no se le permitió ingresar a la zona guaraní, por no haber obtenido previamente una autorización de la APG.”
El caso boliviano de ONG al servicio de las megaempresas transnacionales del petróleo no es un caso aislado. Jaime Corisepa, presidente de la Federación Nacional Río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad-Perú) reveló, en enero de 2012, que a través de distintas ONG las compañías petroleras Hunt Oil y Repsol habían logrado acuerdos con indígenas de la Amazonia peruana que les permitían ingresar y operar en la Reserva Comunal Amarakaeri sin que el Estado peruano haya intervenido para nada en el convenio (Soliz Rada, Andrés Nizkor, los guaraníes, Soros y las petroleras,s/f ).
El mismo Soliz Rada presenta como caso paradigmático de la utilización de una ONG como instrumento de la política exterior de un Estado a la organización Mapuche International Link creada en la ciudad de Bristol el 11 de mayo de 1996, que reemplazó al Comité Exterior Mapuche, organización que venía operando desde 1978.
La sede de la “nación mapuche” funciona en el Reino Unido (6 Lodge Street, Bristol), que tiene varios intereses geopolíticos en el Atlántico Sur, razón por la cual, gracias a su poderío atómico y al de la OTAN, ocupa las islas Malvinas, Sandwich del Sur, que pertenecen a la Argentina. Cabe añadir los enormes intereses empresariales de Gran Bretaña en la región cordillerana, fronteriza entre Argentina y Chile…
Los araucanos, hoy denominados mapuches, llegaron a territorio argentino a partir del siglo XVII. Este proceso, conocido como araucanización de la pampa, ocasionó el casi exterminio de puelches, tehuelches y pampas.
Todo parece indicar que se quiere englobar a los pueblos aborígenes de la región para impulsar una “nación mapuche”, en territorios argentinos y chilenos, dentro de los planes trazados en Bristol y apoyados por las embajadas británicas de Chile y Argentina. (Soliz Rada, La luz…).
[Extractado del capítulo 3 de “Relaciones Internacionales: una teoría crítica desde la periferia sudamericana”, Marcelo Gullo. Editorial Biblos, 2018]